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domingo, 21 de agosto de 2011

La letra es un momento

Antes de llegar a su final, el mundo necesitar ser contado. Antes, mucho antes de cualquier explosión o inevitable colisión cósmica que nos conduzca de vuelta al principio silencioso del que venimos; el ser humano precisa de encontrar las palabras exactas para decir la cosa más importante de los hombres: Sí. Aquí existí, indescriptiblemente, por un momento.

No se trata necesariamente de ser el mejor escritor del mundo. Ni siquiera de ser un escritor. Pero sí de capturar los momentos (por difícil que pueda llegar a ser), más significativos de la vida a través de la escritura. De tal manera, se escribe para dejar huella de lo que acontece; para quienes vendrán después y que, aun sin conocerlos, nos prolongan.

Si bien la página vacía, en algunas ocasiones, puede llegar a dejarnos en blanco por el reto que supone, escribir es un ejercicio que incentiva la imaginación, la inventiva, la reconstrucción y la abstracción del pensamiento. Además de la aproximación que brinda respecto a la realidad que circunda a los seres.


El traslado de las experiencias sensoriales al terreno de la palabra escrita es otro motivo para escribir y continuar haciéndolo. Publicar un libro no significa haber escrito algo de valía (sobre todo en la época actual, cuando las tecnologías brindan posibilidades ilimitadas de la difusión escrita, pero no de la calidad), hay personas que registran su vida en un diario, en una libreta de notas, y su acontecer posee más sustancia que muchos de los libros publicados. Aquí integro el beneficio de la duda.

El final, en efecto, es inevitable para todo y para todos. Pero se escribe no para permanecer eternos sino para volver, como versa el siguiente fragmento, a reconciliarnos con el mundo del que somos parte: “existir es sentir y aquí sentir es escribir” Yo escribo. Tú escribes. Él escribe. Todos aprendemos. Nosotros, juntos, existimos.


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