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jueves, 3 de febrero de 2011

¿Y el papel de los libros?

El elogio innecesario de los libros por Carlos Monsivaís


No es secreto el hecho de que en México, en promedio, un habitante llega a leer tan sólo, el equivalente a medio libro por año. Y si bien, dentro de la estadística se contemplan aspectos económicos y sociales (tales como el desinterés de diversos grupos de alumnos, sobre todo en el ámbito privado; así como el costo de algunos libros) hay factores que no son suficientes del todo.

Por ejemplo, la influencia del Internet en la distribución de textos y la “motivación” de la lectura, no necesariamente significa que ésta sea bien realizada. Además, el hecho de que se acceda a Internet no quiere decir que los cibernautas se dediquen únicamente a leer. Es en las redes de flujo, sobre todo el Internet, donde se preponderan las imágenes con respecto a las letras.

Las plataformas tales como prensa, blogs o demás sitios“literarios” tienen cada vez más público. Sin embargo, el ejercicio de la lectura es ineludible y fundamental en todos sus aspectos. Algunas ventajas de tal ejercicio son:

 La ampliación del léxico.
 La incentiva de la imaginación
 La reflexión interna y también mutua,con terceros.

No obstante, desde hace tiempo, y no sólo hoy día, el acercamiento que se tiene hacía los libros sucede de forma muy “casual” como si se tratara de una suerte o una coincidencia y no de un gusto que, ya señalado, cada vez corresponde a pequeños grupos de lectores;las eternas y agridulces minorías.

Ahora bien, ¿Cómo alentar un ejercicio de lectura, en un país (hablando en el caso de México) donde la clase política no es lectora ni medianamente? El “amor por los libros” apenas brinda destellos de forma esporádica y discontinua. No hay una verdadera preocupación por motivar la aproximación de la gente a los libros, y viceversa.




No se trata de leer por leer, mucho menos de “vender libros” Se trata de una reforma (pese a que el término puede parecer sumamente delicado), en todo un aparato de elaboración, exportación y distribución de textos. Quienes se encargan de “enseñar” necesitan ser aleccionados, impulsar otros espacios de convivencia literaria, espacio que retroalimenten y no otra cosa.

“Los sistemas educativos no han variado en lo básico porque la tecnología deja muy atrás a la pedagogía y no hay suficiente dinero para la actualización tecnológica”. Tal como señala Carlos Monsivaís en sus líneas, el hecho de tener lo último en tecnología en comunicaciones, un ejemplo, no significa que la población esté mejor comunicada.

¿Cómo se transmite algo que no se posee? Ésa es la situación de una importante mayoría profesores con presencia en gran parte del sistema educativo. No incentivan la lectura porque muchas veces ellos mismos no leen, si bien no se generaliza, la observación no deja de ser alarmante.
Los medios de comunicación, sobretodo los medios de comunicación escrita, ostentan la palabra muy “a la ligera” por decirlo de algún modo.

Se descuida la calidad de los textos, de la información, y la sucesión incontenible de nota tras nota apenas brinda los segundos para detener la mirada en unas cuantas líneas. No hay una vocación de raíz por la lectura y sí se lee, también Monsivaís es culpable de tal perversidad, no se comprende. Se balbucean las letras, se reducen los textos de manera que sean “digeribles” pero no necesariamente reflexivos, que es el propósito primario y agudo de todo buen texto y buen lector.

Pero de nuevo se caería en la polémica ¿Qué hace a un texto un buen texto, y quién realmente lee bien? Tal parece que al final de todo, la lectura sobrevive por cuenta propia, pero no basta. Y todos aquellos clandestinos que relegan su tiempo y mirada a repasar lo que algún loco plasmó y compartió, no son más que unos traficantes de lo poco que resta y lo que tanto aporta: el pensamiento y sus monstruos, la palabra.



Fuente:

Carlos Monsiváis: Elogio (innecesario) de los libros. Ponencia presentada en el 6°. Congreso Nacional de Lectura, 2004. Fundación de Lectura, Colombia.

1 comentario:

  1. Muy bien, Alfonso.
    Lo importante es precisamente la necesidad de una política pública de acceso al libro y la lectura.

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